"Convergencia"
Caminos convergentes Margie Igoa
La relación entre hombres y mujeres sigue siendo una cuestión que suscita el más vivo interés. Quizá porque ni unos ni otros hemos encontrado aún nuestro hueco en el nuevo orden de cosas. Algunos hombres aún se sienten como un príncipe recién desposeído de sus privilegios; y nosotras todavía nos debatimos entre dos mundos, el personal y el profesional, que, ¡ay!, siguen siendo, por supuesto para mal, casi siempre antagónicos. El psicólogo Javier Urra resume esta situación con una frase redonda: "¿Buscan las mujeres un compañero y padre que aún no ha llegado y los hombres una mujer que ya no existe?".
Es cierto que, históricamente, nos toca vivir este desencuentro. Es el precio que debemos pagar para que nuestra convivencia evolucione y dé lugar a un reparto de papeles más equitativo y acorde a las nuevas realidades que nos aguardan.
En este presente se encuentran, revueltos, dos mundos, el rico y el pobre, aún sin necesidad de traspasar fronteras. Nunca como hasta ahora habían convivido tan estechamente contradicciones y esperanza, la mayor brutalidad a las más fina inteligencia. "Las fragilidades psicológicas masculinas podrían llenar varios tomos de una enciclopedia...". No es una mujer quien lo dice (La afectividad masculina", Walter Riso). ¿Para cuándo un análisis tan honesto (y lleno de humor) con nosotras mismas? No solo el hombre tiene causas pendientes, también nosotras. La igualdad llegará cuando nos sintamos tan seguras como para mirarnos con la distancia necesaria y añadir, a nuestra lista de virtudes, la de nuestros previsibles defectos. Siento que aún no ha llegado ese momento...
Somos diferente, sí, aunque mucho menos de los que creemos. Nuestro futuro está en la unidad y la cooperación, no en la confrontación. Eso no significa que las mujeres debemos renunciar a nuestras lícitas conquistas. El feminismo sigue siendo necesario. Pero la guerra justa no existe. Convivir es "vivir con". Al fin y al cabo, hasta la fecha no parece que haya nadie más ahí fuera (y si lo hay, está muy lejos). Estamos llamados a entendernos. Qué otra cosa cabe cuando solo nos tenemos los unos a los otros frente a la infinita soledad del universos.
Margie Igoa