Despejarse, relajarse, evadirse de la rutina diaria en busca de un reducto de calma... Cada uno lo puede llamar como quiera, cada uno puede tomar una decisión, hacer su elección, pero todos tenemos -o debemos tener- algo que nos permite aislarnos y despejar la cabeza cuando más lo necesitamos. Puede ser un lugar donde librarnos del estrés y liberarnos de horarios e imposiciones o una actividad que nos permita encontrarnos con quien de verdad somos, que nos facilite, en definitiva, un diálogo con nosotros mismos y que nos evada, al menos, durante unas horas. Se lo hemos preguntado a tres personas, dos mujeres y un hombre, que nos cuentan qué hacen para despejarse. Junto a cada uno de los testimonios, tres profesionales, expertos en actividad física y salud, risa terapéutica y astronomía, nos explican por qué cada uno de ellos, Emiliano, Rocío y Melina, consiguen evadirse de esta manera. JUAN SCALITER Reír "Desde que tengo memoria trabajo con niños. Para mí es un desafío guiar las actividades o las palabras para que se rían. Y cuando estoy agobiada, recurro a la risa para relajarme; trabajo buscando la risa ajena, por eso desenchufarme es que me hagan reír a mí. Dejo de ser un generador y paso a ser un espectador. Me alquilo una película y durante dos horas no hay móviles, ni niños, ni reuniones. ¿Por qué me gusta reír? Supongo que la risa y la mirada son las únicas huellas tangibles de que uno es dichoso en ese momento". Rocío, 35 años. María Colomer es psicóloga, pedagoga y Presidenta de Payasos sin Fronteras. En su opinión, "la risa es terapéutica, es beneficiosa, alivia y relaja tensiones; es un buen antídoto y un buen anestésico, es la expresión emocional de un estado deseable, aunque momentáneo, la felicidad. Si somos capaces de ejercer nuestro sentido del humor como nuestro caleidoscopio personal, lo podemos girar y girar a voluntad y así contemplar la realidad desde otro ángulo. Entonces, los cambios posiblemente nos angustiarán menos y podremos ser más flexibles". Correr "Siempre me gustó correr. Con 15 años estrenaba en un club. Ahora por mi trabajo y la familia no puedo hacerlo tan seguido... al menos no con la frecuencia que a mi me gustaría y que mi mujer teme (risas), pero tenemos un acuerdo. Cuando necesito un poco de calma, me pongo "el equipo de huida" y me voy a correr. Es mi escapatoria, me permite aislarme de los problemas y buscar soluciones. Cuanto más estresado estoy, más tiempo tardo en relajarme, pero siempre llega un momento en que mi cuerpo va solo. Correr es mi refugio, mi terapia. Puedo ver las cosas desde otro lugar o desde el lugar del otro". Emiliano, 42 años Adriana Díaz, profesora de Educación Física, coah y fisioterapeuta, entiende a Emiliano cuando habla de huir: "Nuestro instinto nos prepara para reacciones de huida, pero la vida actual no nos permite utilizarlo. Ese bloqueo del instinto natural genera estrés. Una buena forma de canalizarlo es "huyendo". El ejercicio libera adrenalina y endorfinas. Lo ideal es hacerlo al aire libre, favorece la concentración y el verde y azul de la naturaleza son relajantes. Correr, además, es un trabajo de superación, eleva la autoconfianza y la autoestima". Contemplar el cielo "Recuerdo una noche de niña, estaba de vacaciones, con mi madre y su pareja. Fuimos a la playa y Julio me dijo: "Cierra los ojos". Nunca olvidaré cuando los abrí. Todo era perfecto. Me sentía protegida, el cielo parecía un telón oscuro, agujereado por millones de luces. Julio me enseñó constelaciones y estrellas fugaces y, por primera vez, estaba callada. Ahora, cuando necesito relajarme, miro el cielo. Supongo que lo hago porque en algún momento haciendo eso fui inmensamente feliz". Melina, 29 años Javier Armentia, director del Planetario de Pamplona, explica que "culturalmente asociamos el cielo al origen de la vida. Frente a lo cambiante de nuestro universo, el cielo está siempre igual. Los psicólogos de la percepción hablan de una asociación con el vértigo: al mirar el cielo, de noche, nos sentimos casi al revés. Cuando nos alejamos de la ciudad y sobre la hierba miramos el cielo es como si flotáramos. Y esa sensación de inmensidad, en lugar de angustiar, calma. Si arriba todo sigue en orden, aquí abajo también está tranquilo". PSYCHOLOGIES |