Escrito por: Dr. Jose luis Gonzalez
Miami Florida, USA
"...Y hare descender la lluvia en su tiempo, lluvias de bendicion seran"
( Ezequiel 34:26 )
Cuando era niño, me gustaba mucho sembrar arboles, algunos de ellos los compraba en el vivero, y otros, los sembraba por mi cuenta, por medio del proceso de enterrar las semillas, hasta ver su tierno tallo romper la tierra. Para mis ojos era algo maravilloso saber que mis manos eran participes del cultivo de arboles y plantas, para luego disfrutar de sus frutos y sombras.
Cierto dia que caminaba de la escuela hacia mi casa, vi a la orilla del camino, un arbolito de almendro, habia nacido silvestre, observe detenidamente, estaba lleno de vida, con sus cuatro hojitas verdes.
Hable con el, y le dije:
-Arbolito de almendro, ! que lindo estas!, pero aqui a la orilla del camino, puedes morir, o una vaca te puede comer de una sola mordida. ¿ Quieres que te lleve a mi casa?, te prometo regarte con agua fresca todos los dias y hacer de ti, un precioso arbol.
El arbolito guardo silencio, parecia no creer en mi, y que preferia estar a la orilla de aquel camino polvoriento y morir de sed, pero de pronto, movio sus hojitas y yo comprendi que estaba aceptando mi oferta.
Lo que siguio a continuacion, es algo que aun me sorprende, porque tuve temor que otra persona se lo llevara si yo iba hasta mi casa por las herramientas, y por esa razon no use el proceso normal del transplante, haciendo un circulo alrededor del arbol, cavar y luego sacarlo con sus raices en un bloque de tierra.
Lo que yo hice, fue tomarlo de su fragil tallo y lo hale hasta "arrancarlo" de la tierra, despacio, hasta que sus raices salieron a la superficie, luego lo puse enmedio de un cuaderno.
Cuando llegue a casa, salude a mis padres, guarde los libros y corri a abrir un hueco, lo llene de agua y lo deje "respirar".
El arbolito estaba a un lado, parecia un cadaver, sus hojas se marchitaron y en dos horas ya estaba sembrado.
El resto del dia fue fatal, su tallo se doblo, el segundo dia, las hojas estaban amarillas, lo continue regando, pero en una semana, perdio las cuatro hojas, yo dije esto:
-Perdoname arbolito de almendro, tu estabas vivo y yo te mate.
Deje de regarlo por dos dias, ya no queria ver mi obra desctructiva, decidi sacar el tallito seco, pero !Sorpresa!, una nueva hojita estaba naciendo, !el arbolito estaba vivo!, cada dia mostraba que lo estaba, se lleno de nuevas hojas, luego nacieron ramitas y continuo creciendo, su tallo se puso fuerte y crecio hasta convertirse en un precioso arbol, cuyas cosechas eran tan abundantes y sabrosas, que jamas encontre almendras tan sabrosas como las de mi albolito.
Pasaron los años, yo tambien habia crecido, y un dia, mientras hacia el recorrido por el caminito hacia mi primer escuela, volvi la mirada desde dos millas de distancia, y a lo lejos pude ver la copa del arbol de almendro que sobresalia sobre todos los arboles de la zona, como acariciando las nubes. Un fuerte deseo de llorar invadio mi alma, aquel arbol silvestre tenia un hogar, bajo su sombra jugue tantas veces y disfrute sus frutas.
Cristo me hablo al corazon y me dijo:
-Hijo mio, tu tambien eras silvestre, tu estabas como una planta marchitada, te hare frondoso, te dare vida, te dare un hogar, no importa que no valgas nada en el mundo, no importa que estes angustiado o empobrecido, porque una nueva vida, viene para ti.
escrito por
Las reflexiones de Jose Luis G.(Md.& Dr.), son originales,
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el engrandecimiento del Reino de Jesucristo.