( Isaias 65: 17 )

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Para los que están pasando calamidades y pobrezas, no existe poesía ni cántico que los alegre, los banquetes no tienen significado, y el cielo, ya séa muy azul durante el día o muy iluminado por las estrellas en la noche, pierden todo su atractivo, y en lugar de motivarnos por su belleza y esplendor, nos humilla más, al hacernos sentír menos que un microbio o menos que la nada.

Cuando las cosas van mal, todo lo hermoso pierde sentido, y al ver el resto de la creación funcionando bién, el que sufre se siente como una pieza equivocada e inservible.

Dios sabe que un día, nuestro cielo se deterioraría, que se llenaría de nubes de tristeza, de tormentas de aflicciones, de truenos con derrotas y de vientos de miseria.

Para sacarnos de esta situación, no basta un pequeño cambio, o un remiendo en nuestras vidas, la solución es un cambio total, como cuando un edificio es demolido y se construye uno nuevo. Así hara Dios con cada uno de sus hijos, nos promete cambiar nuestro cielo, quitará el cielo tormentoso y pondrá un cielo apacible, del cual llueva la esperanza, fluya el camino para vivír con todo lo necesario, y en el jardín de nuestra vida, florescan la gratitud y el gozo juntamente con el aire que respiremos.