CANDIDO EL CUBANO
Escrito por el Dr. Jose Luis Gonzalez
Miami Florida
" Y les dijo Jesus: Venid en pos de mi, y hare que seais pescadores de hombres"
( San Marcos 1:17 )
Era un dÃa Sábado como cualquier otro dÃa en Miami, lleno de sol y con un calor abrasador, el cual es la caracterÃstica de esta ciudad del sur de la Florida. La noche anterior habÃa predicado en la iglesia, y luego del servicio, varios hermanos me invitaron a ir a comer pizza, lo cual hizo que llegara a mi casa un poco más de la media noche. Por esa razón, me levanté a las diez de la mañana.
Pensé que el dia pasarÃa sin nada especial, y le pedà a Dios en oración que me organizara lo que quedaba del dÃa.
Me dà un buen baño con mi jabon de almendras, me puse mi perfume favorito, mis himnos de alabanzas preferidos, tomé mi pluma y mi cuaderno de apuntes para escribir.
De un momento a otro, Dios puso en mi corazón un fuerte deseo de visitar a alguien, para llevarle el mensaje de la salvación, vi en mi agenda y no tenÃa ningun compromiso para ese dÃa. Elevé una oración pidiendo dirección para que me guiara a la persona correcta.
Dios me indicó, que fuera caminando, que El me indicarÃa el lugar. Al llegar a una esquina, pude ver un alto edificio de dieciseis pisos, e inmediatamente, Dios me avisó que allà tendrÃa que ir. Avance con pasos seguros, y al llegar al lugar, me enteré que el edificio era propiedad del gobierno y que allà únicamente viven ancianos, los cuales ya están jubilados, y que disfrutan de un precio especial en la renta de los apartamentos, los cuales a su vez, tienen que cumplir una serie de reglamentos, entre los cuales está, que ninguna persona sin autorización puede ingresar al edificio.
Allà me encontré con el gran obstáculo, al verme frente a una puerta cerrada y sin el nombre de una persona a quien yo iba a visitar para que me autorizara.
¡ Dios mio! Exclamé, ¿como podré entrar acá ?, sentà la voz de Dios que me dijo:
-Cálmate, hijo mio, ya veras lo que haré.
En ese momento, abrió la puerta el guardia de seguridad y me dijo:
-Pase adelante que lo estan esperando. Yo entré timidamente, mientras en mi rostro trigueño se dibujaba una sonrisa, y buscaba con mis ojos negros el cielo, para dirigir una mirada cómplice de alegrÃa, a mi Rey que me observaba desde arriba.
El siguiente paso era, ¿ a quien visitar ?, porque esas personas tienen instrucciones de no abrirle la puerta a nadie que no tenga una cita previa.
Confié en que Dios me llevarÃa a donde El tenÃa destinada la misión, llegué al ascensor y fuà hasta el último piso, caminé por la terraza y pude ver un paisaje maravilloso de Miami que nunca habia disfrutado, con una brisa fenomenal.
Proseguà mi camino por el pasillo, y cuando pasaba por un apartamento que tenÃa unas plantas a los lados de la puerta, toqué el timbre, e inmediatamente, escuché una voz de hombre que me dijo:
- ¿ Quien es ?
- Soy Jose Luis �?le respondÃ-
Nuevamente me pregunto :
-¿ que desea ?
-le dije : vengo de parte del Señor Jesucristo
entonces me dijo:
-entra que la puerta está abierta
Lentamente ingresé en el apartamento, allà estaba Cándido, un anciano de 90 años de edad, cubano, ciego desde hacia 30 años, el cual vivÃa solo, pero contaba con el servicio de limpieza y alimentación por parte de la administracion del edificio.
Aquella tarde fué muy amena, Cándido era un experto para preparar “café cubano�?el cual disfrutamos, mientras él, se fumaba su “tabaco�?y yo le relataba hermosas historias de la Biblia, las cuales eran intercaladas, por las respectivas historias de Cándido cuando vivió en la Habana, cuando fué contador en un banco y sus aventuras con las hermosas mujeres.
Esa misma tarde, Cándido aceptó a Cristo en su corazón y me pidió que lo visitara posteriormente. Hice un plan de visitas de seguimiento, le dà las doce doctrinas de la Biblia, luego de eso, el mismo Cándido se encargó de establecerme mas contactos dentro del edificio, a los cuales, visitabamos juntos con mi nuevo amigo, y asÃ, poco a poco fuimos evangelizando hasta que visitamos el edificio completo.
Cada fin de semana que yo llegaba a la puerta de la caseta del guardia de seguridad, él me preguntaba a quien iba a visitar, y yo le respondÃa que a Cándido, desde allà se comunicaba con él para que autorizara mi ingreso.
Cuando llevaba seis meses visitando aquel edificio, y ya tenÃa cierta amistad con el guardia de seguridad, le pregunte:
-Disculpe la pregunta amigo, pero me gustarÃa saber, ¿porqué razón usted me permitió entrar al edificio la primera vez, sin que yo tuviera ninguna autorización?
El se quedó pensando y me dijo:
-Oh si, ya recuerdo, sabe que ese dÃa, tenÃa una cita un trabajador social, y era justamente a la hora en la cual usted llegó a la puerta, y cuando lo vi muy elegantemente vestido, me imaginé que era usted, y por eso lo deje entrar, luego me informaron que usted es un ministro de Dios, y que muchas personas estan felices con sus visitas y que algunos se han sanado de varias enfermedades. La administacion está enterada de su labor, la cual hace en silencio, humildemente, con respeto, en orden y con mucho amor, que hemos decidido dejarlo hacer su trabajo, sin interrumpirlo.
El tiempo fué pasando, y esta noche al escribir esta vivencia, observo desde mi casa hacia el edificio de dieciseis pisos, iluminado, pero me llena de alegrÃa al saber que en muchas de esas ventanas, hay personas que iluminaron sus vidas con la luz de Cristo en sus corazones. También al recordar cada uno de los pasos, para la evangelización en dicho lugar, compruebo que Cristo tiene el control sobre todas las circunstancias, eso me llena de alegrÃa y esperanzas, al saber que soy un pescador de hombres, al servicio del Rey de Reyes.