Esta es, amor, la rosa que me diste el día en que los dioses nos hablaron. Las palabras ardieron y callaron. La rosa a la ceniza se resiste. Todavía las horas me reviste de su fiel esplendor. Que no tocaron su cuerpo las tormentas que asolaron mi mundo y todo cuanto en él existe. Si cruzas otra vez junto a mi vida hallará tu mirada sorprendida una hoguera de extraño poderío. Será la rosa que morir no sabe, y que al paso del tiempo ya no cabe con su fulgor dentro del pecho mío. |