Yo quisiera salvar esa distancia,
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mÃstica y pura que tu ser despide.
Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
Yo quisiera, en el cielo de tus brazos,
¡beber la gloria que en tus labios tienes!.
Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte
para poder, como lo sueño a solas,
a un mismo tiempo por doquier besarte.
Yo quisiera ser lino, y en tu pecho,
allá en las sombras, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
y morir del placer de comprimirte.
¡Oh! ¡Yo quisiera mucho más! ¡Quisiera
llevar en mÃ, como la nube, el fuego;
más no, como la nube en su carrera,
¡para estallar y separarnos luego!.
Yo quisiera en mà mismo confundirte,
Confundirte en mà mismo y entrañarte;
Yo quisiera en perfume convertirte,
convertirte en perfume y aspirarte.
Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos.
Aspirarte en un soplo del ambiente,
y asà verter sobre mi vida en calma
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter de lo azul de tu alma.
Aspirarte, mujer... De ti llenarme.
Y en ciego y sordo y mudo constituirme,
y ciego y sordo y mudo consagrarme
al deleite supremo de sentirte
y la dicha suprema de adorarte.
Salvador DÃaz Mirón