O:P align="Center"></O:P> Efectos de la EucaristÃa> Cuando recibimos la EucaristÃa, son varios los efectos que se producen en nuestra alma. Estos efectos son consecuencia de la unión Ãntima con Cristo. Él se ofrece en la Misa al Padre para obtenernos por su sacrificio todas las gracias necesarias para los hombres, pero la efectividad de esas gracias se mide por el grado de las disposiciones de quienes lo reciben, y pueden llegar a frustrarse al poner obstáculos voluntarios al recibir el sacramento.
Por medio de este sacramento, se nos aumenta la gracia santificante. Para poder comulgar, ya debemos de estar en gracia, no podemos estar en estado de pecado grave, y al recibir la comunión esta gracia se nos acrecienta, toma mayor vitalidad. Nos hace más santos y nos une más con Cristo. Todo esto es posible porque se recibe a Cristo mismo, que es el autor de la gracia.
Nos otorga la gracia sacramental propia de este sacramento, llamada nutritiva, porque es el alimento de nuestra alma que conforta y vigoriza en ella la vida sobrenatural.
Por otro lado, nos otorga el perdón de los pecados veniales. Se nos perdonan los pecados veniales, lo que hace que el alma se aleje de la debilidad espiritual.
Necesidad Para todos los bautizados que hayan llegado al uso de razón este sacramento es indispensable. SerÃa ilógico, que alguien que quiera obtener la salvación, que es alcanzar la verdadera unión Ãntima con Cristo, no tuviera cuando menos el deseo de obtener aquà en la tierra esa unión que se logra por medio de la EucaristÃa.
Es por esto que la Iglesia nos manda a recibir este sacramento cuando menos una vez al año como preparación para la vida eterna. Aunque, este mandato es lo menos que podemos hacer, se recomienda comulgar con mucha frecuencia, si es posible diariamente.
Ministro y Sujeto Únicamente el sacerdote ordenado puede consagrar, convertir el pan el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sólo él está autorizado para actuar en nombre de Cristo. Fue a los Apóstoles a quienes Cristo les dió el mandato de “Hacer esto en memoria mÃa�?/I>, no se lo dió a todos los discÃpulos. (Cfr. Lc. 22,).
Esto fue declarado en el Concilio de Letrán, en respuesta a la herejÃa de los valdenses que no aceptaban la jerarquÃa y pensaban que todos los fieles tenÃan los mismos poderes. Fue reiterado en Trento, al condenar la doctrina protestante que no hacÃa ninguna diferencia entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio de los fieles.
Los que han sido ordenados diáconos, entre sus funciones, está la de distribuir las hostias consagradas, pero no pueden consagrar. Actualmente, por la escasez de sacerdotes, la Iglesia ha visto la necesidad de que existan los llamados, ministros extraordinarios de la EucaristÃa. La función de estos ministros es de ayudar a los sacerdotes a llevar la comunión a los enfermos y a distribuir la comunión en la Misa.
Todo bautizado puede recibir la EucaristÃa, siempre que se encuentre en estado de gracia, es decir, sin pecado mortal. Haya tenido la preparación necesaria y tenga una recta intención, que no es otra cosa que, tener el deseo de entrar en unión con Cristo, no comulgar por rutina, vanidad, compromiso, sino por agradar a Dios.
Los pecados veniales no son un impedimento para recibir la EucaristÃa. Ahora bien, es conveniente tomar conciencia de ellos y arrepentirse. Si es a Cristo al que vamos a recibir, debemos tener la delicadeza de estar lo más limpios posibles.
En virtud de que la gracia producida, “ex opere operato�? depende de las disposiciones del sujeto que la va a recibir, es necesaria una buena preparación antes de la comunión y una acción de gracias después de haberla recibido. Además del ayuno eucarÃstico, una hora antes de comulgar, la manera de vestir, la postura, etc. en señal de respeto a lo que va a suceder. |