EL ABRAZO
La mirada descubre la presencia y en ella se pasea, cual una mariposa, en los jardines florecientes de la vida, respetando los secretos de las flores.
La presencia aprecia la mirada y siente que algo extraño le invade, en el claro amanecer de su latido que se eleva apasionado de su lecho.
El fuego que brota en el pecho en la mirada tiernamente se trasluce y el afecto entusiasmado ante los ojos mendiga el contacto original.
La llama que se aviva en lo profundo, ya engendra el botón de confianza, y enciende en los latidos confidencia, que reclama la cercana relación.
La fineza en el ánimo se inflama y el profundo suspiro ya suplica el avance presuroso, irrefrenable, de la ambicionada proximidad.
La mirada encuentra la apertura, percibiendo el reclamo amoroso, y consagra de sosiego el contacto llameante en el roce de ternura.
La distancia se esfuma apresurada y aumenta a raudo vuelo cercanÃa: donde mirada y presencia se aúnan reclamando la perfecta intimidad.
Los brazos se abren victoriosos y el eco de los latidos se concuerda en el sano encuentro de las presencias que en santo abrazo se unifican.
El abrazo que reúne, totalmente, dos pulsaciones en una armonÃa: la pura cohesión de dos personas en el ser originario de la vida.
Las presencias en el abrazo se descubren y el asombro se despierta, de repente, pues, no existen ya dos seres diferentes, sino una realidad que los trasciende.
Esa pureza originaria de la vida en el abrazo su potencia manifiesta, y la ruptura evidente del nivel en el orden ontológico exhibe.
Toda la entidad de las presencias permuta en la natura primigenia, en el vacÃo y en el caos originarios, en el orden del mundo primordial.
En la plena cohesión de las presencias, confundidas en éxtasis de abrazo, el pasado y el futuro son presentes, y el presente, la plena eternidad.
En el abrazo el universo se comprime y el pleno vÃnculo es todo el universo, donde el sitio céntrico del mundo manifiesta la fuerza pura, y lo real.
La realidad castiza se patentiza, y lo otro, lo extraño, invulnerable, se muestra claramente en el abrazo, donde grita el recÃproco respeto.
En el abrazo sincero y profundo se evidencia la insondable realidad, enigmática, sublime e indefinible, que invade y arrebata al ser humano.
Es ahà el misterio fascinante que atrae y acelera el avance que re-vela el más Ãntimo secreto, el canto melodioso del corazón.
Es ahà el misterio tan inefable que, al mismo tiempo en que embelesa, aterra lo tremendo de su energÃa, repulsa lo numinoso de su ser.
Es ahà donde el abrazo es abrazo, saturado de ser y lleno de sentido, donde la realidad de lo otro estremece, y cada presencia es el otro que asombra.
En ese estado original de abrazo puro la vida del hombre es divina ceremonia y su ser mismo descubre el fundamento de todo cuanto existe en el mundo.
En el abrazo encuentra el ser humano: plenitud de ser, realidad por excelencia, y su mismidad finita se transforma en la realidad absoluta e inviolable.
En el abrazo la relación se plenifica y la potencia sagrada se des-vela: la presencia es la perenne fuerza y la Ãntima unión es única realidad. | | | |