Nuestro amor, fuego que arde sin restricción
se apaga con vientos húmedos de lágrimas
escarlatas que doblan como trino de campanas rotas.
Nuestro amor que sobrevive a las inclemencias
del terror, destructores que clavan dagas sin compasión
mientras nos amamos y somos esferas en un sólo latido.
Y en silencio me das tu alma, perfecta, sin arrugas
mientras con tus pies tocas las cúpulas del viento
volando entre un mar vivo y otro de ensueños.
A la vez que en mi pecho se derrama la tierra
en gotas de mi propia tormenta, mientras te fabrico
en sueños de dulce miel, como abeja dormida.
Quisiera abrir la cortina de mis sueños
y encontrar tus rastros en lentas mareas
de azahares y amapolas. De ruidos pequeños
aplastándose contra mojadas rocas.
Mirarte, ¡si! en vientos cubiertos de uvas,
en el temblor del álamo o en la mano del verde olivo.