La casamentera
Oficio de antaño
Hoy, para muchas personas que hay en el mundo existen diversos cauces para encontrar pareja. Desde los contactos de Internet hasta las agencias matrimoniales, se encuentran distintos espacios sociales donde buscar pareja con el fin que uno se proponga. Antiguamente, es obvio, no habÃa esta posibilidad para cierta clase de sujetos o de circunstancias personales. Fuera el caso de un hombre mayor al que su timidez le impedÃa acercarse a una mujer o bien, el de un viudo que no estaba ya en condiciones de comportarse como un galán.
Para estas situaciones difÃciles quedaba el remedio de acudir a la necesaria y valiosa casamentera –por otro nombre alcahueta�? a quien se encargaba buscar en secreto una mujer para el varón solicitante. Pues, como dijo Cervantes de tal labor: "Que es oficio de discretos y necesarÃsimo en la república bien ordenada, y que no le debÃa ejercer sino gente bien nacida".
¿Cuál era la figura y la función de la casamentera? Era una mujer mayor, viuda o soltera, seria, discreta, y que hacÃa de intermediaria en la petición de matrimonio de un hombre a una mujer.
La misión de la alcahueta consistÃa comúnmente en ser correo de la demanda matrimonial y, a veces, en detectar posibles candidatas para el demandante si éste lo requerÃa. Ésta era una función delicada, pues no se trataba simplemente de llevar el mensaje de cualquier manera, sino que debÃa ser en la forma debida, con oportunidad, tacto y discreción. En esencia, la casamentera debÃa ponderar las cualidades y virtudes del solicitante y las ventajas del nuevo estado para la solicitada, aparte de cuidar al máximo la discreción de la misiva.
La cosa era más o menos del siguiente modo: la casamentera, después de entrevistarse con el demandante y de conocer su gusto y preferencias, se dirigÃa a la mujer elegida con el ofrecimiento de la posibilidad de entablar relaciones con determinado varón, el cual estaba en tales condiciones económicas y personales, y tenÃa tal o cual carácter. La solicitada, obviamente, podÃa contestar sà o no, o bien, lo normal, pedir un tiempo para pensárselo y al cabo dar una respuesta afirmativa o negativa.
La cuestión era relativamente sencilla, aunque, como todo en la vida, exigÃa para su buen logro una habilidad especial en la mensajera mercurial.
Cumplido el encargo, sólo quedaba aguardar y llevar la respuesta. En caso positivo, la casamentera obtenÃa una buena paga y, en caso negativo, se contentaba con una pobre propina. En el supuesto de resultar bien, todos contentos y felices: el recién estrenado novio, la mujer pretendida, que accedÃa a una mejor situación, y la casamentera que se ganaba una buena reputación y unos buenos cuartos. Y al final, como dicen en los cuentos, se casaron y comieron perdices..
tony.