|
Respuesta
| |
HOLA BUENAS TARDES QUIERO SOLICITAR UN MENSAJE PARA UN HOMBRE CRISTIANO QUE TIENE DOS NOVIAS Y ESTA JUGANDO CON LAS DOS Y ALAS DOS LES DICE LOS MISMO Y ELLAS YA SABEN PORQUE YA HABLARON LAS DOS DE EL Y QUIERO QUE MI AMIGA LE ENVIE UN MENSAJE BIEN DURO A EL Y MAS QUE LAS NIÑAS SON BUENAS CRISTIANAS GRACIAS ESPERO UNA RESPUESTA PRONTO |
|
Primer
Anterior
2 a 3 de 3
Siguiente
Último
|
|
Respuesta
| |
“LA MENTIRA�?BR> Para pensar: "La impaciencia es hermana gemela, de la inconstancia".
ENTRE LA NECESIDAD Y EL FRAUDE Todos, en mayor o menor medida, por acción o por omisión, mentimos. Lo hacemos en la medida que no decimos lo que pensamos o que decimos lo que no pensamos o no sabemos, o incluso lo que sabemos incierto.
La pérdida de la espontaneidad es un proceso evolutivo cuyas etapas vamos consumiendo desde niños, conforme se asienta en nosotros la convicción de que la sinceridad no siempre es posible ni conveniente porque puede causar perjuicios al receptor de la comunicación, o al propio emisor.
Hay MENTIRAS socialmente más positivas que ciertas verdades incontestables: son muchas las situaciones en que UNA MENTIRA sabiamente trasmitida genera un efecto beneficioso, o cuando menos paliativo, como para que establezcamos categorías morales radicales sobre esta aparente dicotomía ética: VERDAD-MENTIRA. Si a esto unimos que todos, antes o después, mentimos u ocultamos verdades relevantes, quizá convendría desdramatizar el hecho de LA MENTIRA para poder así abordarlo con más sensatez y sentido de la medida.
LA INTENCIÓN CUENTA, Y MUCHO Según el diccionario, MENTIR es “decir algo que no es verdad con intención de engañar�? Y si buscamos una definición más académica, nos topamos con “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa�? Así que quien engaña o confunde sin ser consciente de hacerlo, no miente: simplemente trasmite a los demás su propia equivocación.
La relación que cada persona mantiene con LA MENTIRA -además de decir mucho de ella-, es bien distinta a la de los demás.
Hay quienes sólo recurren a LA MENTIRA cuando es compasiva, o cuando les proporciona resultados positivos sin generar engaño importante o si se trata de un asunto banal. Y también los hay que mienten a menudo, casi por costumbre y sólo en temas poco relevantes. Pero no podemos olvidar a quienes mienten esporádicamente pero a conciencia, generando daño a los demás o persiguiendo beneficios personales. Y también los hay que mienten, o callan verdades necesarias, por timidez, por vergüenza o por falta de carácter.
Por último, citemos a los mentirosos patológicos, que mienten con una facilidad pasmosa, ya sea por conveniencia ya por una absoluta y cínica falta de respeto a la verdad.
¿POR QUÉ MENTIMOS? Algunas personas no mienten nunca por razones bien distintas de la ética: por miedo a ser descubiertos, por pereza, por orgullo (“¿cómo voy a caer yo tan bajo?�?...
Pero, si lo pensamos bien, razones bien similares son las que pueden impulsarnos a mentir u omitir, en determinadas circunstancias, lo que pensamos o sabemos. Porque verdades como puños muy inoportunas, o que ofenden o incordian.
Tan importante como el hecho de MENTIR o decir LA VERDAD es la intención con que se hace una u otra cosa. Y he ahí el verdadero dilema moral.
UNA MENTIRA que a nadie daña o incluso reporta beneficio a su destinatario puede ser más defendible que una verdad que causa dolor innecesariamente. Mentimos por muchas razones: por conveniencia, odio, compasión, envidia, egoísmo, o por necesidad, o como defensa ante una agresión...
Pero dejando al margen su origen o motivación, no todas las MENTIRAS son iguales. Las menos convenientes para nuestra psique son LAS MENTIRAS en que incurrimos para no responsabilizarnos de las consecuencias de nuestros actos. Y las menos admisibles son las que hacen daño, las que equivocan y las que pueden conducir a que el receptor adopte decisiones que le perjudican. Concluyamos, por tanto, que los dos parámetros esenciales para medir la gravedad de LA MENTIRA son la intención que la impulsa y el efecto que causa.
OCULTAR Y FALSEAR Quien oculta LA VERDAD retiene parte de una información que para el interlocutor puede ser interesante pero, en sentido estricto, no falta a LA VERDAD. Sin embargo, quien falsea la realidad da un paso más, al emitir una información falsa con etiqueta de real.
Resulta más fácil mentir por omisión (no se necesita urdir historias inciertas, y hay menos posibilidades de ser descubierto) y socialmente este tipo de engaño se tiene por menos censurable, a pesar de que puede resultar tanto o más dañino e inmoral que LA MENTIRA activa. Se recurre asimismo al falseamiento cuando se ocultan emociones o sentimientos que aportan información relevante al interlocutor, en la medida que pueden inducirle a error de interpretación o a iniciar acciones inadecuadas.
También podemos mentirnos a nosotros mismos, por evitar asumir alguna responsabilidad, o por temor a encarar una situación problemática, o por la dificultad que no supone reconocer un sentimiento o emoción. Invariablemente, antes o después, este autoengaño nos lleva a mentir a los demás.
Otras formas de mentir son las “VERDADES A MEDIAS�?(el mentiroso niega parte de LA VERDAD o sólo informa de parte de ella) y las “VERDADES RETORCIDAS�? en las que se dice LA VERDAD pero de un modo tan exagerado o irónico que el interlocutor, casi ridiculizado, la toma por no cierta.
LA MENTIRA TIENE SUS CLASES LA MENTIRA RACIONAL persigue un interés concreto, es malévola y se emite con al intención de perjudicar o engañar.
En LA MENTIRA EMOCIONAL, lo que se dice o hace no concuerda con la situación emocional de la persona.
Y en LA MENTIRA CONDUCTUAL hacemos creer que somos lo que no somos: más jóvenes, mejor informados, menos anticuados...
Pero hay también otras clases de mentiras: chismes, rumores y LAS MENTIRAS PIADOSAS: . El mentiroso no tiene edad y la mentira puede darse en todo el ciclo de vida.
Veamos lo que apunta De Vries: ”El niño es mentiroso en la medida en que sus fantasías se hacen presentes para confundirlas con realidades.
El adolescente lo es cuando su encuentro con el mundo real le causa frustraciones.
El joven miente porque no se ve capaz de afrontar las verdades que le contrarían.
El adulto es mentiroso cuando no ha superado los obstáculos que le ha puesto la vida, y engaña para sentirse el triunfador que nunca ha sido.
Y el anciano miente cuando no se perdona los errores que ha cometido a lo largo de su existencia�?
Nuestra relación con la mentira la podemos ver como un baremo que mide nuestro grado de responsabilidad y madurez, cómo afrontamos las frustraciones, y si mostramos una coherencia en las actitudes y comportamientos en nuestra vida.
MENTIRA Y CONFIANZA El cimiento sobre el que se edifican las relaciones humanas es LA CONFIANZA.
La relación entre los seres humanos no precisaría de LA CONFIANZA si fuéramos transparentes, pero no lo somos: el descubrimiento absoluto de nuestra intimidad, al contener propósitos e intenciones que podrían torpedear el diálogo, frenaría la relación social. Recurrimos, todos, a un protocolo de comunicación, y el fingimiento, el disimulo y la mentira son -aunque cueste reconocerlo- componentes esenciales de ese convenio.
No somos igual de sinceros ante unos que ante otros, esto es obvio. Todos mostramos un cierto grado de opacidad ante los demás. Y no siempre más sinceridad genera una mayor confianza. La información es poder: saberlo todo sobre alguien equivale a una forma de posesión. Y en cierto sentido, la hondura de LA AMISTAD o DEL AMOR se miden por el grado de conocimiento recíproco de la intimidad, y por LA CONFIANZA existente entre los interlocutores.
LA CONFIANZA es una actitud básica, porque preside la totalidad de las interacciones. La necesitamos, pero la usamos en las dosis que, según nuestro criterio, cada caso precisa. En el momento que surge la comunicación con otra persona hemos de depositar en ella cierto grado de CONFIANZA, que es el termómetro de la implicación y vinculación que mantenemos con esa persona. Apostar por LA CONFIANZA del otro es considerarle de fiar.
Fiarse de alguien significa creer que las probabilidades de ser engañado son muy escasas o inexistentes. Si queremos ser creíbles, gozar de LA CONFIANZA ajena, tendremos que olvidar EL ENGAÑO, LA MENTIRA.
El crédito que tenemos ante los demás es un tesoro frágil y no perenne, ya que se actualiza y revisa en cada acción, en cada diálogo, que acaban convirtiéndose en una constante prueba de CONFIANZA.
Es responsabilidad de cada uno de nosotros relacionarnos desde LA VERDAD, lo que no implica el ofrecimiento de toda la intimidad. Cada cual y en cada momento ha de valorar qué y cuánto de su intimidad quiere participar al otro.
LA MENTIRA puede hacer daño al destinatario pero en última instancia a quien más perjudica es al mentiroso, ya que le convierte en una persona poco fiable, indigna de confianza y carente de crédito.
Lo dice el refrán: “En la persona mentirosa, la verdad se vuelve dudosa�?
ALGUNAS VERDADES SOBRE LA MENTIRA * Hay muchas clases de MENTIRAS: algunas pueden ser convenientes, pero lo más correcto es recurrir al engaño lo menos posible. * Sin intención de engañar, no hay MENTIRA. * La intención que la motiva y los efectos que causa, definen la gravedad de UNA MENTIRA. * LA MENTIRA es tan dañina, para quien la recibe, como para quien recurre a ella. * Una nos lleva a otra, y puede marcar (siempre negativamente) nuestra manera de relacionarnos con los demás. * El mentiroso es un inseguro, o egoísta, o irresponsable, o inmaduro. O todo ello a la vez. * Una de las más perniciosas clases de MENTIRAS es el autoengaño. Si nos creemos y mostramos como no somos, nunca sabremos si nos quieren o desprecian a nosotros o a la imagen fraudulenta que nos hemos fabricado
D/A
M entís de una realidad que no existe... solo en sueños E ngaño que inventa alegrías... gozos de falsedad N efando disfraz... argucia de la burla T rapacero de cuentos fantásticos... de ilusión I nfundio que recorre más cada día... artista de hermosas quimeras R umoroso escarnio... afrenta el querer... el sentir A rdid insignificante... dolo imperfecto S entimientos de miserias... escasez... carencias cuando no hay nada que dar!!!
|
|
Respuesta
| |
LOS LÍMITES DEL AMOR (( Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy.)) El amor saludable El amor saludable es un amor que sabe darse límites, en donde uno no renuncia al yo, donde el ser para el otro se conjuga con el ser para sí, donde tú eres capaz de defender tus derechos, es decir, es un amor democrático, digno y justo. Eso no quiere decir que uno no sienta, se puede sentir, se puede disfrutar, pero si uno no tiene la capacidad de establecer hasta dónde va a llegar entonces termina dependiendo del otro. El amor enfermizo es una adicción, es una dependencia donde tú dejas de existir. El individualismo irresponsable Hay que manejar el asunto ético en la relación, porque tú eres individualista irresponsable cuando violas los derechos humanos de tu pareja. Es reconocer que la entrega debe ser equilibrada, porque tanto tú como tu pareja son importantes. No hay que irse al extremo de que el importante eres sólo tú o sólo el otro. Los límites del amor Los pensamientos idealizados frente al amor, que son en los que nosotros magnificamos al amor y lo llevamos a un límite casi de perfección. Los pensamientos negativos frente a uno mismo, como que uno no es ‘querible�? que uno es dependiente o débil, entonces uno busca en el otro lo que no tiene. Los pensamientos conformistas frente a los mandatos sociales. Pensamientos catastróficos frente al futuro. La gente empieza a tenerle miedo a la soledad, a que no lo van a volver a querer. El amor democrático Un buen comienzo sería leer estos valores y aplicarlos en el día a día. Lo primero es pasar de la fusión a la solidaridad, porque si los dos somos uno donde quedo yo, mis ideas, mis sueños, mis pensamientos. Hay que establecer cuáles son los intereses comunes con la pareja, eso es solidaridad. Lo segundo es de la generosidad a la reciprocidad, porque la relación de pareja es de dar y recibir. Los deberes conyugales no son absolutos, así como se adquieren también hay unos derechos. Lo importante es querer amar, no deber amar, debe existir la voluntad y la intención de hacerlo. Lo importante es cómo te amen no cuánto lo hagan. Es cierto que hay que respetar las diferencias del otro, no tolerarlas. La tolerancia, en este caso, significa aguantar. El amor digno El amor es digno cuando tus derechos nos son violentados. Es decir que no violan tus principios, las condiciones que tú eliges y que te definen en tu individualidad. Por eso yo hablo de los derechos humanos. Yo tengo derecho a no ser esclavizado, pero lo hago por amor. O yo tengo derecho a la libre asociación, pero por amor tengo que pedir permiso. Esa idea de que el amor es tan intocable, que los términos que yo propongo nunca lo afectarían. Por ejemplo, nunca se ha escuchado del amor ético o justo, porque se cree que el amor ya es así. Lo que es falso. El amor digno es el que respeta tu dignidad personal, que está definida por tus principios y por el hecho de que tú eres merecedora de lo mejor. Y como decía Kant, tú eres un fin en ti mismo, no te pueden instrumentalizar, es decir, tú no eres una cosa. Si eso sucede en tu relación, es un amor indigno. El amor justo El amor justo no es un amor milimétrico, es un amor equitativo. Uno ama según su necesidad y su capacidad. Si uno da el 70 y el otro 30, es justo porque cada uno da todo de sí. No es justo cuando hay maltrato, indiferencia o ‘desacreditación�? Si alguien piensa que es justo que le hagan eso es porque está enfermo. |
|
|